La influencia de la Publicidad
Conchi Rubio.Value KidsVivimos en una sociedad en la que cada día surgen nuevas estrategias publicitarias que nos impactan intensamente. ¿Sabemos descifrar los mensajes que recibimos?
En la sociedad en la que vivimos, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, estamos rodeados de mensajes que nos llegan a través de la radio, televisión, carteles publicitarios, periódicos o Internet y que nos ofrecen productos o servicios invitándonos a consumir. Esta forma de comunicación es lo que conocemos con el nombre de publicidad.
¿Es reciente la publicidad?
Podemos pensar que la publicidad es algo nuevo y que surge con el nacimiento de las nuevas tecnologías, pero no es así. La publicidad existe desde la antigüedad. Ya en la época de los egipcios existían papiros con fines publicitarios, y los griegos y romanos utilizaban carteles con la misma finalidad; ejemplo de ello lo podemos encontrar en la ciudad de Pompeya, donde todavía se conservan algunos restos. En ocasiones, también contrataban pregoneros anunciando lo que interesaba en aquel momento.
Pero lo que realmente impulsó la publicidad fue el nacimiento de la imprenta, ya que a partir de ese momento se pudieron imprimir anuncios sobre papel. Después, comenzarían a aparecer en la radio, luego en la televisión y, finalmente, en Internet.
Un mundo cambiante
El mundo está evolucionando, y muy rápido. Han surgido nuevas formas de comunicación que en la época de nuestros abuelos no existían y ello hace que exista gran cantidad de información al alcance de nuestras manos. Esto, además de cambiar el modo de comunicarnos, influye en nuestra manera de pensar y de entender las cosas. Recibimos muchísimos mensajes o anuncios que nos incitan a comprar, llamando nuestra atención y consiguiendo crear en nosotros necesidades que, en muchas ocasiones, no son reales. Nos intentan hacer creer que si adquirimos esos bienes vamos a ser más felices y nos presentan imágenes y situaciones ideales para despertar en nosotros el anhelo de poseer esos objetos. Vivimos en una sociedad en donde cada día surgen nuevas estrategias para dar a conocer los productos y, en ocasiones, nos transmiten mensajes que deberíamos saber interpretar. Podríamos decir que utilizan “trucos” para vender: muestran imágenes muy hermosas para que llamen la atención, acompañadas muchas veces por una frase (eslogan) y/o una melodía muy pegadiza, fácil de recordar y que pueda provocar diferentes sentimientos en ti.
Actitud crítica
Nos hacen creer que lo que valía en el pasado ya no nos sirve hoy y, por eso, es muy importante que nos paremos a reflexionar y sepamos entender el mensaje que recibimos adoptando una actitud crítica; que sepamos poner un filtro ante lo que nos están ofreciendo y no aceptarlo sin analizarlo previamente. Hay que darse cuenta de algo muy importante: la información que recibimos hay que saberla descifrar. Debemos saber distinguir dos cosas: primero, saber diferenciar lo que es real de lo que no lo es, y segundo, si ese producto es necesario o no, es decir, distinguir entre un consumo responsable o caer en el consumismo. Una cosa es comprar lo que realmente necesitamos, y otra cosa es consumir productos sólo porque están de moda y sin necesitarlos, eso es consumismo.
Es necesario reforzar nuestra personalidad para frenar los impulsos de compra y no dejarnos llevar por esa sensación de bienestar momentánea que produce comprar algo. Es importante darse cuenta de que esa compra puede ser innecesaria siendo mucho más beneficioso ahorrar lo que teníamos pensado gastar, aunque, muchas veces, la falta de personalidad o la presión que puedan ejercer en nosotros los amigos o nuestro entorno hace que nazca esa necesidad inútil por comprar.
Vivimos en una sociedad de consumo de la que es difícil escapar, porque son tantos los anuncios que nos llegan que las tentaciones de comprar son muchas y nos pueden embaucar. Por eso, es importante tener criterio y no dejarnos llevar por atractivos mensajes publicitarios, ya que, como decía Séneca:
“Compra sólo lo necesario, no lo conveniente. Lo innecesario, aunque cueste un solo céntimo, es caro”